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En algún momento de mi vida las cosas se hicieron añicos, me quitaron la infancia, y la que viví, lo hice de mala manera. Cuando tenía ocho años yo ya sabía lo que significaba la palabra infidelidad, mi papa era un infiel crónico, sentía tristeza por mi madre e imagino que ella por mí. Mi madre no tenía muchos amigos, es difícil tener amigos cuando vivís con un alcohólico, no un alcohólico cualquiera, sino uno que golpea, que grita, que manipula, que te arrincona, hasta que se te quitan las ganas de querer o de esperar, hasta que la vida se vuelve sombría y andas caminando siempre con mirada baja, con semblante triste, porque te apagaron el alma, porque no te riega la luz del día y no sentís calor, ni frio, ni hambre, ni nada. Mi mama me contaba todo, yo sabía todo, ella necesitaba alguien con quien hablar, ella ocupaba quien la salvara y yo quería salvarla, porque nací con el alma anciana, queriendo volver a tejer el mundo, por que ocupaba aferrarme de algo, de lo que fuese, par...
Dos niños y dos cucullos También hubo buenos momentos, como el glorioso día en que mi mama se tuvo que disculpar con la costurera que vivía a la vuelta de nuestra casa por dos cucullos. ¿Saben lo que es un cucullo? Un cucullo en mi país es un animalito peludo, que parece una rata bonita, básicamente un roedor, como yo era una niña me parecía algo así como el primo de un conejo y me encantaban los conejos. Mi mama nos llevó a mi hermano y a mí a la casa de la costurera, era algo así como las tres de la tarde, mientras   ambas platicaban de telas, modas y tallas, mi hermano y yo curioseábamos por el patio, era como estar   en un zoológico, claro, a esa edad yo nunca había visto muchos animales exóticos, más que los monos peleones del parque aurora y un león en tiempos de hambre, vaya miento, también un cocodrilo, que para el caso vivió en el patio de mi casa, pero eso se los contare en otra ocasión. De cualquier modo, la señora costurera era amante de las mascotas, en es...

Acto I

Yo tengo mamá y papá, pero la orfandad la llevo tatuada en los huesos. Mujer de 35 años, dos hijos, divorciada. Me preguntas si soy feliz, si lo soy de ciertas maneras, en otras todavía llevo los ojos tristes, la mirada perdida, la sonrisa distante. Cuando era pequeña mi papa era como mi súper héroe, no había mejor persona en el mundo y nos llevábamos muy bien, al menos en ese tiempo. Los padres tienden a preferir a los hijos que ejemplifican mejor las características que deseamos en las personas, yo era muy buena estudiante y al parecer tenía una pequeña encantadora personalidad, pero que te prefieran no siempre es bueno, algunos dicen que ayuda a crecer la autoestima, yo creo que ayuda a crecer el sentimiento de querer estar siempre satisfaciendo a los demás, te vuelve adicto a los aplausos, andas siempre anímico de amor y es que te enseñan a que te quieran, no a quererte y el problema es que así te quedas, mendigando amor por todos lados, y así   te vas dando de golpes...